Detectar emociones es la clave, ¿Y sus orígenes?
En la década de los sesenta del siglo pasado, un psicólogo investigador tenía en mente detectar las expresiones faciales. Para ello viajó a Papúa Guinea en pos de encontrar tribus antiguas que apenas tuvieran contacto con el mundo moderno, y así descubrir parte de la funcionalidad de las emociones y sus orígenes. Se trataba de Paul Ekman, más tarde se convertiría en uno de los psicólogos más reconocidos del siglo XX debido a su trabajo.
El experimento consistía en clasificar las distintas emociones humanas en individuos de una cultura aislada, a través de la identificación de las expresiones faciales al observar fotografías con gente a la que los individuos de la tribu desconocían. El objetivo fundamental del investigador en sus orígenes, era descubrir qué es lo que produce emociones a esas personas y cómo se comportan cuando están bajo su influencia. Con esta investigación, Ekman, llegó a la conclusión de que existen emociones básicas universalmente innatas y propias del ser humano que no se desarrollan a través del aprendizaje: La alegría, la ira, el miedo, el asco, la sorpresa y la tristeza.
Durante varias décadas el investigador llegó a la afirmación de que no tenemos la opción de elegir qué emoción sale de dentro de nuestro cuerpo; no es posible elegir la que queremos tener, y que la clave está en ganar conciencia emocional. Esa es la función en sus orígenes desde que las personas existimos.
Porque detectar emociones es esencial…
A la hora de tomar decisiones el cerebro actúa como el procesador mental de nuestras decisiones. ¿Cuál es el problema entonces? Cuando pensamos algo y sentimos que los pensamientos se confunden con las emociones, por lo general, suele ser porque tratamos de solucionar mentalmente algo a través de las palabras y no a través de lo que sentimos. Esas Palabras pueden estar vinculadas a las relaciones humanas, amistades, etc. Y en todas ellas por lo general, las emociones cumplen un papel fundamental en la interacción. Las emociones son la expresión de que algo no funciona o por lo contrario, que funciona. Tratar de separar estas de los pensamientos puede ser la clave a la hora de distanciarse de la situación, pero no se puede olvidar que ambos forman parte de lo mismo, y que para poder tomar decisiones es fundamental descubrir en qué momento emocional nos encontramos, y detectar la importancia que estas tienen, debido principalmente a que tanto los pensamientos como las emociones se retroalimentan.
En este proceso es muy importante tener en cuenta que: nuestro cerebro dispone de un sistema de alerta que viene configurado a través de las emociones y las posibles amenazas a las que podamos estar sometidos. Esto quiere decir que el pensamiento ante reacciones de alerta quedaría relegado a un segundo plano, debido principalmente a que nuestro sistema está configurado para que ante una amenaza exterior reaccione emocionalmente con el fin de detectar lo que sucede y hacer lo que considera oportuno al respecto, sin el lento proceso que supondría pararse a pensar antes de reaccionar y tomar una decisión.
¿Por qué son tan importantes sus orígenes, y aprender a detectar la clave?
Las emociones nos llevan a desarrollar nuestra experiencia vital. Principalmente por que a través de ellas vivimos distintas sensaciones y aprendemos a romper con la monotonía de detectar que es lo que necesito en determinados momentos. Cada emoción tiene un significado interno y un objetivo, y al igual que pueden ayudarnos a desarrollar nuestra vida, también pueden habernos enseñado a ponernos alerta en más ocasiones de las debidas por las circunstancias que han rodeado nuestra experiencia. De ahí la importancia de la detección y de la interpretación que se hace de las mismas.
Si somos capaces de detectar las emociones, las observamos, vivimos, gestionamos y adaptamos a nuestras necesidades, será más fácil encontrar la clave de la estabilidad. Una calma en la que poder tomar decisiones racionales y no impulsivas, desde la reducción de los efectos de las emociones negativas que tanto nos pueden invadir si no somos capaces de gestionarlas.